Tras una lesión cerebral, con frecuencia se pueden producir alteraciones emocionales y conductuales que, en ocasiones, conllevan auténticos cambios de personalidad. Estos trastornos pueden ser orgánicos, consecuencia directa de la disfunción cerebral, o bien, una consecuencia reactiva al suceso vivido. Entre las alteraciones más frecuentes pueden observarse irritabilidad, impulsividad, agresividad, egocentrismo, desinhibición, euforia, conducta inapropiada, rigidez, oposicionalismo, apatía, labilidad emocional, depresión o infantilismo. Por tanto, el daño cerebral puede provocar alteraciones conductuales y afectivas tan importantes de atender como el componente cognitivo de la lesión. Estas alteraciones son igual de incapacitantes y dolorosas, generando problemas para adaptarse a los cambios que ha sufrido su vida o para enfrentarse al día a día con las limitaciones que tienen. Esta situación conlleva malestar, baja autoestima y en algunos casos, depresión y ansiedad. Además, se agrava cuando afecta a las relaciones sociales y familiares, conduciendo a la persona a un progresivo aislamiento. Desde el área de Neuropsicología se realizan intervenciones interpersonales enfocadas a los aspectos psicológicos reactivos a la lesión cerebral, a alteraciones emocionales y de la personalidad, o a alteraciones en la autoconciencia. De esta forma, se trabaja sobre el afrontamiento de los pacientes ante la experiencia de sus dificultades. Para el abordaje de los problemas conductuales, el neuropsicólogo pone en marcha distintos programas de modificación de conducta que tienen como objetivo promover cambios en la conducta del paciente. Se utilizan tanto para hacer que le paciente realice con más frecuencia una conducta que creemos positiva para él (conducta adaptativa) como para que haga con menos frecuencia una conducta que creemos negativa (conducta desadaptativa).